Un niño pequeño, de unos 8 años, acostado boca arriba mirando el techo de su habitación, imagina con imágenes de hermosos colores, las aventuras que tendrá, con su amigo Andrés en el paseo que harán al día siguiente.
Tiene los ojos abiertos como platos, y respira con alivio según lo que ve en sus aventuras imaginarias.
De repente, el amigo lo deja solo, en medio del bosque.
Se siente perdido, y sus sentimientos se transforman en odio hacia Andrés, no lo puede creer... teme que aparezca algún animal que pueda hacerle daño, y él no sepa que hacer, como defenderse.
Cabizbajo, mirando el suelo para no tropezar, levanta los ojos hacia los árboles, mira los pájaros y ellos a él, y sintiendo los ruidos del entorno; de repente, siente unos pasos, pega un salto, y ve una sombra que se mueve entre las ramas; los pasos se sienten mas cerca, pisando hojarasca... Mira atento, y alcanza a ver a su amigo que regresa, y en el camino que ha dibujado mentalmente en el techo, sale corriendo y lo abraza y agradecido le relata lo triste que estaba y el miedo que había provocado su actitud.
Serenamente, inician su paseo, que trae consigo toda la actividad, la emoción y el entretenimiento de dos niños de su edad.
Sus ojos ya no miran el techo, se fueron cerrando, paulatinamente, y aquellas imágenes imaginarias fueron trasladándose a sus sueños, y con una tranquila y dulce sonrisa, fue quedándose profundamente dormido...
El niño en su cama. (Odio - Gratitud - Serenidad.) Laura Santiago..
Tiene los ojos abiertos como platos, y respira con alivio según lo que ve en sus aventuras imaginarias.
De repente, el amigo lo deja solo, en medio del bosque.
Se siente perdido, y sus sentimientos se transforman en odio hacia Andrés, no lo puede creer... teme que aparezca algún animal que pueda hacerle daño, y él no sepa que hacer, como defenderse.
Cabizbajo, mirando el suelo para no tropezar, levanta los ojos hacia los árboles, mira los pájaros y ellos a él, y sintiendo los ruidos del entorno; de repente, siente unos pasos, pega un salto, y ve una sombra que se mueve entre las ramas; los pasos se sienten mas cerca, pisando hojarasca... Mira atento, y alcanza a ver a su amigo que regresa, y en el camino que ha dibujado mentalmente en el techo, sale corriendo y lo abraza y agradecido le relata lo triste que estaba y el miedo que había provocado su actitud.
Serenamente, inician su paseo, que trae consigo toda la actividad, la emoción y el entretenimiento de dos niños de su edad.
Sus ojos ya no miran el techo, se fueron cerrando, paulatinamente, y aquellas imágenes imaginarias fueron trasladándose a sus sueños, y con una tranquila y dulce sonrisa, fue quedándose profundamente dormido...
El niño en su cama. (Odio - Gratitud - Serenidad.) Laura Santiago..